EL CUENTO IMPERMANENTE

Enrique Enríquez



Queridos amigos,

Ayer me enteré que hace unos años un niño anduvo merodeando las estanterías de un librero parisino dedicado a la venta de libros antiguos y se topó con un pequeño volumen que le pareció fascinante. El libro contenía sólo siete grabados agrupados bajo el título Circulus Vicissitudinis Rerum Humanarum. Aunque no está clara la fecha exacta de su publicación se sabe que los grabados fueron hechos por Maartin de Vos, un artista discípulo de Tintoretto que vivió entre 1532 y 1603 y logró hacerse de una buena reputación en su nativa Amberes, una ciudad donde me consta que los bombones se venden en cada esquina como si el chocolate fuese pan. Los siete grabados componen una secuencia que alude justamente a la naturaleza circular de la vida, en la que la riqueza y sus excesos fomentan la soberbia, la soberbia da pie a la guerra y la guerra trae consigo la pobreza. Pero he aquí que con la pobreza viene la humildad, y esta entonces hace posible la paz. La paz a su vez estimula la riqueza y volvemos a empezar esta versión flamenca del cuento del gallo pelón.

Repasando con la mirada esta fábula moral no pude evitar encontrar una similitud con el tarot, que es también un ciclo didáctico en el que se exalta la virtud a modo de juego de naipes, un ‘grimorio moral’ dividido en tres secciones. La segunda sección, que es sin duda mi favorita, comprende nueve cartas agrupadas en tríos, cada uno de los cuales remata en una virtud moral. Así, en palabras del investigador Michael J. Hurst, tenemos a El Enamorado y El Carro, que seguidos de la Justicia nos invitan a ser “justos en el amor y la guerra”. Luego están El Ermitaño y La Rueda, que seguidas de La Fuerza nos recuerdan la importancia del “coraje para afrontar los reversos de la fortuna”. Finalmente, Temperanza sigue a las dos cartas más tenebrosas del tarot: El Colgado y la carta sin nombre, para recordarnos que “la moderación mantiene a raya la traición y la muerte”.

Con la Rueda de Fortuna en pleno centro y la Muerte cortando la secuencia justo en su sección áurea, el tarot parece decirnos “no importa lo que hayas hecho, no importa quien seas, todo puede cambiar.”* Tal como el Circulus, el tarot cuenta un cuento circular de impermanencia y redención. Un cuento que el hombre occidental ha llevado en el bolsillo durante siglos, y si ciertos estudios recientes en la naturaleza emocional (intuitiva, inconsciente y automática) del juicio moral tienen algo de cierto, estaría imbricado en la propia psique del ser humano. Pero curiosamente, el arte y el entretenimiento occidentales se han dedicado con éxito a contarnos sólo la mitad de ese cuento, la parte que habla de redención, en un modo que la tergiversa y la presenta como la promesa de transformar todo obstáculo en pivote para el éxito, y ha sido bastante negligente para hablar de impermanencia, una palabra que en nuestra época nos resulta tan detestable como el ajo a los vampiros. Un buen ejemplo de lo que pasa cuando insistimos en contarnos sólo la mitad de este cuento puede verse en lo aberradamente mediocres que son nuestras celebridades deportivas, políticas y cinematográficas a la hora de administrar su éxito. Los esteroides, los picones a los paparrazzi o las leyes habilitantes son el ‘botox’ que cada uno de ellos le aplica a sus vidas para mantenerse en el tope de la Rueda de Fortuna, en un acto de equilibrio inelegante. Peor aún, esa preferencia por contar sólo el cuento de la redención nos ha convertidos a todos en aspirantes a celebridad. Según esto, la vida común es un sueño del que las celebridades han logrado despertar, y todos aguardamos dormidos el grato olor del éxito.

En el De Casibus Virorum Illustribus (una suerte de revista Hola del Siglo Catorce), Boccacio narraba la vida de personajes famosos para que los privilegiados de su época cogieran dato y no se volvieran locos con el poder. Los cuentos circulares son un universal narrativo. Toda cultura del planeta posee alguna historia que se muerde la cola. Tiene sentido, porque la naturaleza es nuestra principal proveedora de metáforas y en ella todo funciona en ciclos. Así como el día sigue a la noche, los seres humanos también somos proclives a repetir los deseos y errores de nuestros padres. Tanto el Circulus como el tarot recogen esa tradición, ambos son en cierto modo un De Casibus en el que el personaje central no es otro que uno mismo. Ambos documentos proponen la virtud como receta, no para hacernos exitosos, sino para ser exitosos. Es decir, no para conseguir cierto ingreso, cierto carro o cierta talla de sostén, sino para salir moralmente ilesos de los embates de la fortuna, a sabiendas de que el éxito y el fracaso son igualmente perecederos.

Como les digo, ayer me enteré que hace cuarenta años un niño encontró este libro. Pero este niño no era un niño cualquiera. Claro está que ningún niño es un niño cualquiera, pero lo que hace especial a este niño en particular es el hecho de pertenecer a una familia que se ha dedicado al mundo editorial por cuatrocientos años. Por esta razón, y viendo que aquel libro fabuloso permanecía inalcanzable para muchos, el niño que ya no es tan niño se decidió a re-imprimir el Circulus Vicissitudinis Rerum Humanarum, gracias a lo cual yo pude, ayer, tener este libro en mis manos y enterarme de esta historia que les cuento.

Muchos saludos,


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* El análisis que usted acaba de leer no lo encontrará en ningún libro y es cortesía de nuestros patrocinantes: la iconografía y la evidencia histórica.



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